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Los términos música experimental
y arte sonoro son considerados por algunos como sinónimos e intercambiables.
En realidad es difícil identificar un arte del sonido precisamente
por su estrecha vinculación a la música. Aunque la música
es sonido, la tendencia ha sido designar todo el ámbito de los
fenómenos sonoros como pertenecientes al dominio de la música.
Con la introducción del ruido –los sonidos de la vida-
en el marco de la composición, y la tendencia hacia lo efímero
y la elusión de lo referencial, los artistas y compositores han
creado trabajos basados en la presunción de que todos los sonidos
son música. El futurista Luigi Russolo, preconizando una música
en la que quedaría incluido todo, señalaba en El Arte
de los Ruidos: Manifiesto Futurista (1913):
Nosotros queremos entonar y regular
armónica y rítmicamente estos variadísimos ruidos.
Entonar los ruidos no quiere decir despojarlos de todos los movimientos
y las vibraciones irregulares de tiempo e intensidad. De hecho, el ruido
se diferencia sólo del sonido sólo en tanto que las vibraciones
que lo producen son confusas e irregulares, tanto en el tiempo como
en la intensidad. Cada ruido tiene un tono, a veces también un
acorde que predomina en el conjunto de las vibraciones irregulares.1
El ruido es considerado por Russolo por sus cualidades
musicales expresas, y no por cualquier otro sentido(s) significativos
que pueda presentar. Aquí tenemos una definición de música
que considera todos los sonidos (organizados) como música, limitando
las posibilidades para el despliegue de un arte del sonido autónomo
de las estructuras y presupuestos asociados tradicionalmente a la composición
y recepción musical. La imposición de una “plantilla
musical” sobre sonidos que de otro modo, en el contexto cotidiano,
tienen otros sentidos que los musicales, nos lleva a un final sin salida:
todo sonido es música. En defensa de una música autónoma
del ruido, Chris Cutler, batería y crítico ha escrito:
Si de pronto todo sonido es “música”,
entonces por definición no puede existir un sonido que no sea
música. La palabra música se vuelve entonces un sinsentido,
a menos que signifique “sonido”, Pero sonido ya significa
eso mismo. Cuando la palabra “música” ha sido acuñada
cuidadosamente para designar una actividad particular respecto al sonido
–principalmente su organización deliberada y consciente
dentro de una tradición y estética definida- no alcanzo
a ver un argumento convincente a estas alturas para arrojar esas limitaciones
tan útiles al cubo de la basura.2
Esas ”útiles limitaciones” que
constituyen y enriquecen la práctica del arte musical, restringen
y limitan un arte del sonido. Desnudar de todo significado al ruido
de nuestro mundo constituye un rechazo –que fetichiza el oído,
mientras ignora el cerebro- a comprometernos en un diálogo con
la multiplicidad de sentidos que transportan los sonidos que producimos,
reproducimos y oímos. Si hay que desarrollar una teoría
crítica del sonido (ruido), la llamada a “elevar todos
los sonidos al estado de música”, debe ser suprimida. El
ruido –la voz de tu amante, una planta industrial, las noticias
de la televisión- está lleno de un sentido y de un contenido
distinguible del sentido y contenido de la expresión musical.
Es este contenido el que establece la posibilidad de un arte del sonido.
El sonido grabado, al igual que la imagen fotográfica,
es una forma de representación, y por variado que sea el método
empleado -película óptica, cinta magnética o sampler
digital-, la grabación es fundamental para el desarrollo de un
audio-arte. Aunque la fotografía –para la que las teorías
de la representación están bien establecidas- precedió
al registro sonoro, una teoría de la fonografía (sonido
grabado) está todavía por surgir. De hecho, el proceso
en ambos casos resulta similar, Un instrumento mecánico es usado
para obtener datos que habrán de ser editados, manipulados, y
finalmente presentados como una obra de arte terminada, ofreciendo un
determinado punto de vista y revelando las actitudes sociales y políticas
de su autor. Sin embargo, comparado con las artes visuales, para las
que existen teorías de la representación bien desarrollada
y refinadas, la fonografía, como forma de representación
cultural y social, existe todavía hoy, en un vacío desprovisto
de cualquier discurso crítico sustancial.
Con la introducción en el mercado de grabadores
de cinta, micrófonos, e instrumentos para el procesamiento de
señales, la grabación ha pasado a ser algo accesible.
Sin embargo, el uso general de los sistemas de grabación permanece
limitado a dos actos pasivos: la grabación y reproducción
de música previamente grabada. En contraste, la mayoría
de la gente utiliza su cámara como un instrumento para documentar
su familia, amigos, viajes y otras actividades, y no como una máquina
duplicadora para copiar otras fotografías. Puede afirmarse incluso
que lo que uno ve cuando mira sus fotografías es auto-generado
y auto-referencial: estuviste allí. Escuchar una grabación
(incluso una que has realizado tú) de música pregrabado
equivale a la selección de un producto cultural que existe con
o sin tu “participación”. El potencial del micrófono/grabador
-compacto, opera con baterías, barato y fácilmente disponible-
como instrumento par a la expresión artística y social
es ilimitado. Cualquier actividad social o privada que emita sonido
puede ser registrada. ¿Puedes imaginar poner un LP en tu tocadiscos
que contenga el sonido de tus primeras palabras, el diario de tu abuelo,
o los sonidos de la función a la que asististe la semana pasada?
Claro que tal y como señaló William S. Borroughs, también
podrías:
grabar a tu jefe y compañeros
de trabajo analizar sus formas de asociación aprender a imitar
sus voces serás un personaje popular en tu oficina con el que
no será fácil competir por los medios habituales graba
sus sonidos corporales con micrófonos ocultos el ritmo los movimientos
de los intestinos después de comer el latir de los corazones
los sonidos de tu propio cuerpo y conviértete en la respiración
del mundo y el corazón latente de la organización de los
hermanos invisibles que están invadiendo el presente cuánta
más gente podamos trabajar con grabadoras podremos hacer experimentos
más útiles y surgirán nuevas posibilidades…3
Los artistas cuya obra está construido específicamente
para la grabación están al corriente de la propiedades
inherentes al medio. Contrariamente a otras formas de arte como la pintura
o la escultura, los sonidos grabados no se hallan encadenados a un espacio
fijo, y a través de la duplicación pueden ser distribuidos
de manera múltiple permitiendo que el trabajo sea oído
en varios lugares varias veces. Además, lo que el la audiencia
oye no es una representación de la obra, sino la obra misma.
De hecho, como en los libros de artista, muchas personas pueden estar
en posesión con la propia obra, y con el tiempo adquirir una
intimidad con la obra que es imposible en otras formas de arte tradicionales.
Dado que los sistemas de reproducción son tan abundantes, y de
tan fácil acceso, los artistas que trabajan con el sonido grabado
tienen, al menos teóricamente, el potencial de llegar a una amplia
y diversa audiencia autónoma de las instituciones y burocracias
asociadas al sistema de los museos de arte contemporáneo.
Por supuesto, otra forma de distribución es
la radio, medio que parecería ofrecer un espacio ilimitado en
el que un (radio?)arte podría proliferar, En todo caso, tal y
como sabemos –“No toques ese dial”- la radio está
prácticamente saturada de si misma. Baudrillard ha señalado
que:
En términos del medio, el
resultado es un espacio –el de la Frecuencia Modulada- que está
saturado por emisoras que se solapan entre sí, de modo que aquello
que en un tiempo fue libre en virtud de que había un espacio
ya no lo es. A palabra es libre, pero yo no lo soy; el espacio está
tan saturado, la presión de todo aquello que quiere ser oído
tan fuerte que ya no soy capaz de saber lo que quiero. He caído
en el éxtasis negativo de la radio.4
La radio contemporánea es un medio controlado por el Estado,
siempre en movimiento, siempre lleno, ofreciendo breves interludios
de repeticiones nostálgicas de su mítica “edad de
oro”, intentando, una y otra vez, a través de sus voces
suaves pero frías, informarnos sobre lo mundano. La radio ha
sido cooptada como herramienta para la diseminación de la ideología
corporativa y del Estado. Como medio la radio está subdesarrollada
porque rechaza reconocer la perpetración de sus auto-impuestas
limitaciones. Como la televisión, la radio es una tecnología
estancada. A menos que alcancemos acceso a la misma, nunca llegaremos
a realizar su implementación como un vehículo para la
expresión cultural y la disensión. Si la radio llegara
a ser un espacio donde la imaginación, la experimentación,
y la toma de oportunidades fueran posibles, todas las posibilidades
que este medio comenzarían a dar fruto. Aunque hay quienes practican
el radio arte, las condiciones que gobiernan el medio hacen improbable
la realización de un arte de radio: el fundido autoconsciente
de objetos incorpóreos, efímero y tangible en un mismo
respirar.
Si una liberación del sonido ha de ocurrir
ello significará confrontar el significado –los significados-
del ruido que producimos, desafiando el contexto de su reproducción
y transmisión, y comprometiéndonos en una investigación
activa, que no pasiva, de las tecnologías de grabación
del sonido.
Notes
1. Luigi Russolo, The Art of Noises (New York: Pendragon Press, 1986).
2. Chris Cutler, “Editorial Afterword," R[e-] Records Quarterly
, Vol.2, No.3 (London:1988).
3. William S. Burroughs, The Ticket That Exploded (New York: Grove Press,
1987).
4. Jean Baudrillard, The Ecstasy of Communication (New York: Semiotext(e),
Foreign Agent Series, Autonomedia, 1988).
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